Mar negro

Ya no descubro el Mediterráneo cada mañana. Tanta muerte en boca ajena no me deja. Sin palabras en cambio, sí. Que tozudo aragonés aún tengo una sola, y a penas, mientras yertas las demás no saben ni qué decirse ni qué hacerse como no sea el muerto. ¿Pero cuál? Porque se muere Rita migatamonga, Rita gatamimonga, ella también.  Como otros cuatrocientos o quinientos cada día, ya lo sé, pero por otro concepto en cualquier caso ajeno al caso, y cómo no iba a saberlo si lo dice la prensa. Aunque no es por eso. Es porque a ellos nunca les he quitado con el meñique cera de las orejas ni dolor cantando chiquitón chiquitonga, ritarritonga, la gata más valiente de este mundo, de mierda. Porque ya no descubro el Mediterráneo cada mañana, algo en los ojos no me deja, que en mi lengua ya ni hablamos. Informamos, damos cuenta, buena cuenta incluso de todo cuanto tratamos y tocamos, que será un decir, pero ni rastro de darse cuenta.Y como es contagioso y global, yo ya tampoco. Ni de cómo en las hojas heladas de las coles un frío mortal se vuelve gotas de salvación radiante para su sed sin cuento, que ya de contarlo yo ni hablo, ni lo sueño. Ni de cómo el invierno va pasando como siempre, y el sol en cambio ya pasa rozando ahora aun sus heridas más altas sobre el olivo recién podado, de las mías por torpeza de viejo mejor no hablo, hasta posarse en el último empujón de las naranjas que lo agradecen acabando de madurar con dulzura para morir en mis labios, en una palabra como quien dice por nada. Ni de los bellísimos ojos de Rita ciega buscando en ninguna parte pero a lo alto hasta el final, temblando sobre sus patas ya apenas pellejo sólo y dolor, mi mano para guiarse hasta el plato. En la sombra sin fin que de repente ha caído. Sobre un nosotros. Uno de tantos, ya lo sé. Pero no puedo decir lo siento, no soy periodista. Y no miento cuando digo que lo siento, pero no puedo.

Porque si esto es desentenderse no será en cualquier caso en mi caso, que toda la vida llevo intentándolo solo en uno. El único en que aún puedo decir siento, y mío, y tan apenas que bien podría parecer un miau, ése ineludible, irremediable y sin salida como pongamos una pared de repente ahí, brotando de la nada para llevarse por delante toda certeza y dejar todo pavor en los bigotes temblando, y sin poder articular siquiera un dónde estoy. Que de decir me encuentro perdido ya ni hablo, ni maúllo.O solo sólo y a penas.

            Lamentarlo sí. Sinceramente y al punto de dejarme siendo sin palabras, y tan apenas. En su lugar ponerme en donde nunca he estado en cuerpo y uña, en bigote y arañazo de déjame y no me cojas que hay un gorrión tras el techo, no. Y ni tengo la brillante frase jalejop que en el último suspiro traiga remedio, ni sé encontrar salida que sí sé que no hay a lo que no es dilema, y si se puede decir, ni tragedia. Por eso pese a todo que hoy es decir mucho y como siempre pesar, por eso me descubro aquí, por tanto y Rita y todos y hasta por mí apenas hablando sólo por cumplir de palabra solo la que se me dió, y la que dí, con éstas que ni son ya mías como siempre ni saben qué hacerse ni qué decirse no siendo el muerto, la gata o el viejo hombre o mujer o solo olivo ya sidos o además palabra sólo y sola asida a esta insensatez, seguir hablando y hablando por hablar donde no hay más que hablar. Por eso pese a todo que es decir hoy me descubro ante todo aunque no vaya a ninguna parte como siempre en donde nunca he dejado de estar ausente,  asido a esta insensatez de seguir hablando, menudo descubrimiento, mientras me ahogo en un plato de agua que no encuentra mi hocico, ni de mi mano siquiera, en medio de un mar ni sé de qué, de dudas no, seguro. Que debería de ser el mediterráneo por lo salobre y amargo en demasía, aunque ni eso pueda asegurarlo y con la vista nublada, por la edad,  se me hagan más bien el mar negro y el aire raro. Como si me faltara ya algo que aún se me está escapando.

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